“¿Y si hubiera un serial killer de sevillanas
maneras? ¿Y si mandara una nota al ABC después de cada crimen? ¿Qué pasaría si
confabulara en Cash Badía, alternara en El Tremendo o se hablara de él en el
Garlochi? ¿Y si los sospechosos fueran caras conocidas de la Sevilla más
tradicional? ¿Soportaría el presidente de uno de los equipos de fútbol de la
ciudad un interrogatorio sobre un asesinato solo con un zumo de naranja? ¿O un
artista de la canción ligera? ¿Y una pareja de humoristas? ¿Y todos los demás?
¿Y si ese violento paisano asesinara... con una regañá y solo a modernos?” Esta
es la sinopsis con la que se promociona la primera novela de la saga policíaca
del periodista sevillano Julio Muñoz Gijón, más conocido como @RancioSevillano
por sus muy seguidos tuits en las redes sociales. El asesino de la regañá (Seleer, 2012; Almuzara, 2013) ha
revolucionado el mundo de la novela policíaca con un toque de irreverencia por
su crítica a los ambientes más tradicionalistas de Sevilla, y ahora regresa con
una vuelta de tuerca más con su nuevo libro de la misma saga, El crimen del palodú (Almuzara, 2013).
Las pesquisas policiales de ‘El asesino de la
madrugá’ presentan algunos de los lugares y personajes más conocidos de la
ciudad: Manuel Ruíz de Lopera, José Manuel Soto, Los Morancos; no podían faltar
bares como Blanco Cerrillo, El Tremendo, Garlochi u otros lugares emblemáticos
de la ciudad como la Basílica de la Macarena, la Maestranza, el Hospital Virgen
del Rocío y un sinfín de rincones y anécdotas muy conocidas en los ambientes
sevillanos. Todo ello con el objetivo de desentrañar los misteriosos asesinatos
en serie que se cometen en las jornadas previas a la Semana Santa y que
amenazan con provocar el desastre en la noche más importante del año capillita: La madrugá. ‘El crimen del palodú’, por su parte, es su continuación y
transcurre en esta ocasión en la feria, sus casetas de distritos, su hermandad
de la pata de pollo… Pero con un final aún más épico y una nueva arma asesina
tan insospechada como popular en la Baja Andalucía como la golosina conocida
como palodú (raíz de regalíz).
Ambos son ante todo
divertidos, pero incluyen una crítica, quizás no demasiado feroz, hacia la
parte más "rancia" de la ciudad, aquella que se caracteriza por su
inmovilismo. Divierte sobre todo a costa de la vergüenza ajena que producen
algunas situaciones que pudieran parecer impensables para quienes no estén
acostumbrados a cómo se vive en estas tierras del sur, pero lo que claramente
atrae de ambos títulos es precisamente su frescura a la hora de describir una
ciudad, unas costumbres, una manera de entender la vida, y hacerlo sobre todo a
través del género apropiado para la reflexión y la crítica: el policíaco. Y
todo, regado como a los andaluces nos gusta, con mucho humor. Una lectura, en
definitiva, amena y ligera para reírnos de lo que vivimos día a día.
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